Tuesday, March 22, 2011

La mesera argentina.

Bella ella, arriba de 40 y quien sabe menos de 50, jamás me atreví a preguntarle por su edad. Es raro ver una mesera argentina en un restaurante peruano, pero allí estaba ella, rubia y delgada y unos ojos del color de las camisetas de la selección argentina, me dijo venia de un barrio bueno de buenos aires y era hincha del Boca Júnior. La vamos a llamar Sandra un nombre muy popular tanto en la Argentina como en Colombia.
Llegando al restaurante, ella se acercaba muy suave, con una sonrisa muy agradable y una mirada que me hacia sospechar cosas que ella en realidad no sentía, le decía:

-         Hola Sandra.
-         Hola, que querés hoy

Y se paraba no en frente de mi, sino al costado, y como estaba sentado, solo me dejaba la posibilidad de mirarla como cuando uno es niño y mira a las vírgenes de las Iglesias, hacia arriba, entre mi pensaba, “Como habrás sido en tus 15”.

-         Mira, tráeme un cau-cau, que hace tiempo no como cau-cau.
-         Dale che, ¿un cau cau ?

Y me miraba sonriente.

-         Si, un cau cau, es que hace tiempo no como …
-         Pero decíme, ¿cuando te vas a dar un gusto?
-         Pues hoy, y hoy me quiero comer un cau cau

Allí mismo, ella cambiaba su rostro como un semáforo de verde a ámbar.

-         Un cau cau,  ¿es un gusto?, un tacaño es lo que sos, comete un lomo
-         ¿Un lomo?, nah!, ayer comí lomo hoy quiero un cau cau

Entonces fruncía el seño y movía su figura para mirarme como a un niño malcriado.

-         Dale che, que no se te ve bien cuando te enojas, comete un lomo, ¡date un gusto!
-         Pero mi gusto es comerme un cau cau, tráeme un cau cau por favor.

Sin inmutarse anotaba en el papel:

-         Ya esta!, un lomo para el señor, y de beber ?

Nunca fui bueno para enfrentar estas situaciones y menos ahora con una argentina:

-         Está bien, tráeme un vaso de agua.

Llevándose las manos a la cintura:

-         ¿Agua? Dijiste ¿agua?
-         ¡Si dije agua!

Y movía la cabeza como el péndulo de un reloj antiguo:

-         ¿Y eso de que los peruanos toman Inka Kola?

Sonreía esperando mi respuesta:

-         Si tomamos Inka Kola, nos gusta la Inka Kola! Pero hoy, yo quiero tomar agua.

Y sonreía apretando mis labios de satisfacción para que mi sonrisa sea más fuerte y marcada que la de ella.

-         Che, decíme ¿porque los peruanos son así?

Allí va nuevamente, pensé:

-         ¿Como así?
-         Así!, unos tacaños, no me gustan los hombres tacaños

Entonces trate de decir algo inteligente:

-         Esta bien pero no se trata de lo que te gusta, si no de lo que a mi me gusta, así que me traes un vaso de agua.

Y ella llevándose las manos a la cintura:

-         Mirá, mejor calmáte!

Entonces poniendo su mano en mi hombro me hablaba al oido:

-         Calmáte que te traigo el lomo con la Inka Kola

Y así se iba sin más ni más, y mis ojos tras su figura, a veces regresaba y me decía:

- No sos mi tipo sabés

Pase muchas veces por esto, a veces iba pensando, “esta vez no me voy a dejar, esta vez si voy a ganar”. Pero al final, ella ganaba, ya sea con una sonrisa, con  una palmada o con un murmullo en el oído yo terminaba comiendo lo que ella quería. Pero no era para mal. Con eso salía de esta infinita rutina de  “mas de lo mismo”, la pase bien, no me quejo.
Cuando un día me dijo:

-         Che, ¿Es verdad que vos querés salir conmigo?

Se lo había dicho muchas veces antes de nuestra reglamentaria lucha del “que comes hoy”.

-         Si le dije, ensayando un rostro de: dame mi regalo de navidad!
-         Esta bien, yo no soy complicada ni cara, me gustan las cosas sencillas, este sábado salimos, no te preocupes por el dinero no llevés mucho, lleváme a los indios, siempre he querido ir allí. ¿Vos no estas bromeando conmigo verdad?
-         No, no, no estoy bromeando. Mañana vengo para ponernos de acuerdo.

Pero el mañana nunca llego, al día siguiente el dueño del restauran la despidió, y no la volví a ver mas. Tal vez algún día la vea y le pueda a mostrar esto que escribí de ella. En los días que iba al restaurante nos hicimos amigos de verdad, algunos clientes del restaurante no tomaban las cosas como yo, tal vez por eso la sacaron. Y en verdad no era muy complicada, lo que pasaba era que ella no tenía experiencia en ese tipo de trabajo, en fin, Dios sabe lo que hace. Pero siempre, siempre me quedo la curiosidad de saber lo que significaba: “no soy cara” para una argentina.

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